miércoles, 16 de febrero de 2011

Paz, Descansa

Siempre había sentido atracción por su pelo.
De niña acaparaba en mis diminutas manos aquella inmensa coleta color nieve con reflejos carbón.
Muchos decían que remarcaba su carácter tradicional a través de su aspecto, ella aseguraba que no renunciaría a la naturalidad.
Su sonrisa , joven; sus ojos siempre apagados y tristes.
Aquella niñera sin salario no era amante de verbalizar sus sentimientos ni exacerbada en la muestra de afectos.
Razonaba advirtiendo su ignorancia y transmitiendo serenidad. Me rodeaba de una prudencia de la que huía por visceralidad.
La había visto caminando por los años sin alterar su aspecto ni su vitalidad.
Era una mujer de trazo constante: ahorraba en verbos y derrochaba en razón.
No pretendía imponer su criterio pero sus argumentos eran irrebatibles, a pesar de mi pasión por cuestionarlo.
Siempre me había preguntado porque a pesar de la fortaleza de su temperamento, su mirada amanecía cada vez más lejos del presente.
Desconocía completamente sus rutinas del ayer, parecía haber encerrado los recuerdos en cárceles de silencio con acceso únicamente personal.
Se encogía en aquella mecedora de madera con aire vivido y desaparecía entre la multitud.
Pasó de puntillas desconociendo todos aquellos lugares en los que dejaba huella.
Desconociendo que nunca habían conocido a alguien como ella.

jueves, 10 de febrero de 2011

Tardes con supermario bross

Como cada mañana abrió los ojos perezosamente.
Llevaba unos minutos despierta pero se resistía a levantarse.
La mente destilaba cansancio y el cuerpo, magullado, pedida a gritos sesión balneario, como si en un sonambulismo recién descubierto hubiese practicado aquellos ejercicios de contorsionismo que la maravillaban.
Miró a su alrededor y empezó a encajar recuerdos del puzzle de la noche anterior.
Habían cenado al aire libre, o al menos al aire en 3º grado.
El agua o el vino se habían quedado atrás para una ocasión de tal calibre. Substituyeron la bebida por cacaolat y el menú degustación por un par de bocadillos de contenido abstracto en su definición, con la única magia de aprisionar todo lo que habían hallado en su minuciosa excursión culinaria entre dos mitades de baguette.
Extrañamente en ella, Alexandra se había despertado sin hambre, había amanecido saciada.
De nuevo su mente terminó el proceso de carga y recordó que se había dormido mirando las estrellas mientras el narraba su ilógica y moderna versión de su clásico preferido, El principito.
Lo arropó con la mirada y salió de la habitación de puntillas, como si el silencioso roce de sus calcetines con aquel viejo parqué pudiesen perturbar el sueño de aquel enigmático personaje .
Al llegar a la cocina y tras finalizar la búsqueda de todas y cada una de las prendas de las que se había desprendido por el camino decidió recuperar el romanticismo que había dejado atrás en la preadolescencia.
Rebuscó en busca de instrumental y procedió a repetir un detalle que le habían inculcado las películas americanas de sobremesa de Antena3.
Anotó en el calendario que colgaba del portón de una nevera Balay casi vintage:
"Puede que para ti sea tan simple como volcar las mantas en el suelo, inventar constelaciones con 3€ de estrellas adhesivas y dejar que el viento se cuele por la ventana pero, para mi, es volver a soñar. Gracias por hacerlo real"

Entre enxebres anda el juego

Tenía facilidad para hacerte sonreír.
No era de maneras delicadas ni mucho menos,
su especialidad no era ser agradable,
y aun esmerandose mucho en no serlo,
conseguía todo lo contrario.

No parecía importarle demasiado lo que dijesen
o dejasen de decir
lo que pensasen
o dejasen de pensar.
Su tono de voz era excesivamente fuerte
incluso cuando el estaba excesivamente débil.
Tenía ese algo, ese algo extraño.
Ese algo extraño que tienen muy pocos
y sobre todo, había conseguido algo que muchos habían intentado,
que hablase con él en gallego

Ex pira

Devuelveme mi mundo, mi vida, mis sueños,
devuelveme tu esencia, tu risa, tus celos.
Acapáralo todo,
déjame a mi sin nada
pero quédate.
Quédate a mi lado,
observame en silencio,
dime que me crees,
que este tiempo no ha sido en vano.
Inúndame de tus palabras,
de tus manías, de tus juegos.
Inúndame y déjame que me ahogue
en el río de tus venas.
Recorreré tu cuerpo,
llevaré vida de nuevo a tu corazón,
latidos con motivo,
motivos sin sentido
y volver a sonreir sin saber porqué,
ni desde cuando,
solo sonreir por ese secreto de dos.
Déjame penetrar en tus arterias,
llegar sin aliento hasta tu cerebro,
y grabarte con coagulos de instantes,
todas esas burbujitas de aire que siento.

martes, 8 de febrero de 2011

Pequeños retratOs **

Odiaba esperar...
desde las cosas mas cotidianas hasta las más trascendentales..
Desde esperar al autobús, en la cola del super o para renovar el dni.
Odiaba que le dijesen que aparecería la persona ideal, que era cuestión de esperar.
Odiaba a esas personas que creían que el mundo tarde o temprano cambiaría, que solo era cuestion de esperar...
Quizá tenía algo que ver también con esa maldita manía suya de no dormir, o hacerlo lo menos posible.
Perdía algunos minutos cada día en pensar el tiempo que perdíamos durmiendo doce horas diarias, esperando a que nos llamasen en vez de llamar nosotros, esperando a que nos preguntasen que queríamos en lugar de pedirlo sin más.
Odiaba esperar y lo odió más aún durante los primeros años.
Estaba ahí, a la vista, al alcance de cualquiera, como una de esos trocitos de fruta que te invitan a probar en el eroski.
Ni tan siquiera se podía permitir el lujo de tachar los días del calendario, de hecho, no tenía calendario.
Todos se sentaban al borde de la cama, para ellos símbolo inequívoco de proximidad, de confianza, para él protocolo sin más.
Contaban angustiados sus penas, intentado hacerle ver que todo el mundo tenía problemas.
A Eva la habían despedido, Carlos llevaba varios días sin funcionar en la cama, a Diego le habían robado la cartera,..
Y en el fondo, menos mal que estaban ellos para recordarle, que podía dar gracias por estar atado a una cama de un hospital durante todo ese tiempo, sino, a saber a cuantos monstruos se hubiese tenido que enfrentar en lo laboral, en lo sexual,..en la vida...
Y en el fondo, menos mal que nunca le había gustado esperar y conseguía no desperdiciar ni un segundo de esas conversaciones, conseguía aprovecharlas para narrarse historias a si mismo, para cambiar la decoracion de la habitación una otra vez mentalmente, para no quedarse quieto sin moverse de la cama.

Reflejando


De atenta mirada.
A veces era una mirada de reproche, otras de orgullo, otras simplemente no quería decir nada que no supiésemos las dos.
Sus ojos brillaban mas allá de dimes y diretes que se transmitían por el barrio como aquellas malditas plagas de los 20.
No creía estar por encima, ni por debajo de nadie. Era ese narrador externo del que tanto nos hablaban en primaria. Parecía saberlo todo, conocía todos los detalles de la trama pero no formaba parte de ella, no era uno de los personajes.
Yo nunca había sido demasiado reflexiva, los impulsos habían gobernado mi vida en los mejores y los peores momentos.
Últimamente, muchos de esos momentos se repetían en mi cabeza como si de un estribillo de la canción del verano se tratase, produciéndome incluso vértigo.
Mareada, fatigada por la sensación asfixiante de vértigo, miraba al suelo pensando en lo dura que iba a ser la caída pero no veía nada. Solo sus enormes y brillantes ojos negros.
Quizá no me estuviesen mirando a mi, pero estaban ahí, dándome el mejor espejo que nunca tendré, enseñándome en el que el mundo nunca es tan pequeño como lo ves cuando te sientes dentro de él.

Retales de vida, de muerte

El primer contacto fue casi irreal, de esas casualidades absurdas que dejan huella.
Mientras el mundo iba y venía ella permanecía cerca, siempre cerca, casi inmóvil como esperando a que le dedicase un momento de atención.
Al principio no me preocupaba demasiado saber que estaba ahí.
Poco a poco su presencia fue haciendose más pesada, tan cercana que resultaba asfixiante.
A veces conseguía sacar lo mejor de mi, lograr que buscase fuerzas donde creía que solo había escombros, otras por mucho que exprimía, que presionaba, el unico zumo que conseguía era un prefabricado de lágrimas de sangre.
Y en esos momentos en los que conseguía que una avalancha de escalofríos recorriese mi cuerpo, en los que me sentía nadie, me subía al coche y pisaba a fondo.
El rabioso grito de las revoluciones pidiendo más.
El unico deseo de que esa carretera no tuviese final y si lo tenía, fuese ella.
Y así llegó el final, entre hospitales y ambulancias, entre batas blancas y nombres perfilados en negro.
Allí estaba ella, para mirarme por última vez e insinuarme que yo era la única culpable de caer una vez más, la última, en sus brazos, en el cálido abrazo de la muerte.

Síndrome de abstinencia

¿Vivir soñando?
¿Tocar con los pies en el suelo y morir poco a poco?
¿Se decantaba por ilusiones inútiles o por lo inútil de vivir sin ilusiones?
Y hoy sentía que era un día como todos los demás.
Parecía mostrar síntomas de agorafobia,
necesidad de quedarse en casa con puertas y ventanas
cerradas a cal y canto,
protegiendose de aquella realidad que aun desconocía,
de aquella persona que no quería llegar a ser.
Hoy era el mismo día que ayer, sabía que mañana se convertiría de nuevo en su hoy.
Un factor común:
sus ganas rabiosas de un trocito de él.
Sus ganas rabiosas de hacer caso a sus instintos mas primarios,
de morderle la cabeza, apretarle fuerte en un abrazo
hasta que el dolor de pecho le recordase que ese momento es real...
Sus instintos mas primitivos porque lo más primitivo en Alexandra era él, el número uno en la escala de Richter.
Su principio, su principi(t)o
¿Cuánto tiempo había pasado desde sus últimos errores?
"Equivócate conmigo, porque no me importa caer una vez más
si es tu mano la que me levanta..."

Retales de Confusión

Soledad.
Un simple conjunto de fonemas lo hacía estremecerse.
Gracias a ella se había convertido en lo que era hoy en día. Una marioneta: temeroso, escondido.
Se odiaba pero más la odiaba a ella.
Soledad.
Desde pequeño había sido la fuente de sus miedos, de su ira, de un rencor que nunca había experimentado ni experimentaría con nada más.
Nunca creyó que pudiese hacerle tanto daño.
Ahora, solo quería estar solo.
Las voces en su cabeza callarían solo con la muerte.
Sólo quería estar solo.
Meditó.
LLegó la muerte.
Era todo mentira. Todo aquello en lo que creía. No le dolió. No se arrepiente.No se echó atrás mientras la sangre teñía sus manos de un tono demasiado brillante para aquella habitación en penunmbra, no apartó la mirada.
.
.
.
Mario asesinó a su madre, Soledad, de 43 años , mientras estas dormía. La condena fue menor. En el juició se determinó que los abusos que sufría por parte de la fallecida le habían causado un grave trastorno mental que había arrastrado desde pequeño.

In oportunidad

¿Producto de la casualidad?¿Fruto de la búsqueda?
Era demasiado tarde para buscar un porqué.
Sin saber como, ni tan siquiera desde cuando, allí estaban los dos, el uno frente al otro, sin más separación corpórea que el aire que alejaba sus cuerpos.
Sabía que ese momento no se repetiría, sabía que no había vivido ninguno igual.
El nudo en el estómago, ese que subía hasta la gargánta para ahogarla en situaciones como estas, provocándole ese dolor que le confirmaba que todo aquello era real; ese nudo, aumentaba cuando observaba su rostro tenuemente iluminado, como él la miraba incansablemente,...
Era como si no le importase disfrutar del momento, sino de la presencia, de su presencia; disfrutar mientras ella, aun teniendo la cabeza en otra parte, seguía estando muy cerca.


Quizá muchos momentos así estuviesen solo a un beso de distancia, a una palabra. Quizá no era el momento para vivir esos momentos.