domingo, 11 de abril de 2010

Aquellos maravillosos antros

8:00 P.M.
Comienza el ritual.
Vaqueros ajustados, camiseta negra con moderado pero sugerente escote, algun detalle que imprima su sello propio, para evitar confusiones con los rebaños de street fashion ataviadas con los atuendos gentileza de Amancio Ortega y listo.
Sombra aquí, sombra allá. ya sabeis, lo típico en estos casos.
Aquella noche no prometía demasiado, Alexandra había quedado a las 10 para un recorrido gastronómico por los peores y más exquisitos antros de la ciudad. Sobre el papel parecía un buen plan, de no ser porque los vinos en "cunquiñas"de barro iban a ser degustados en la grata compañia de sus compañeros de facultad.
Entiendase compañeros como un mal uso del masculino como genérico, porque de ser totalmente sinceros se trataba de 13 arpías con varias capas de chapa y pintura, unos modales exquisitos y conversaciones del tipo:
- No mires ahora,pero...
- (Giro de 360º tipo niña del exorcista)
-¡que te he dicho que no mires, tia!Ahi detrás está Nacho con la zorra de su novia. No entiendo que le ve, de verdad. Va como si la hubiesen sacado de casa a la fuerza.¿Que es eso que lleva? Tengo pijamas con más estilo...

Y en medio de todos estos apasionantes debates se encontraban las 13 y la Alexandra en discordia.
La labor de guía no era sencilla, cualquier local sin ese toque minimalista-chic estaba descartado automáticamente. Sin embargo, ese día habían cedido al plan, quizá por voluntad propia, quizá por todo lo que habían escuchado hablar de Andrés, el dueño de Atando y el polvo productivo de moda.
Andrés tenía esa mirada que te arrebata la concentracion e incluso las bragas, tenía esa voz que electrificaba arterias y venas, dejándote hasta el último vello de punta. Además en sus ratos libres era futbolista.
Cuatro rondas de ribeiros y algunas tortillas después todas habían sucumbido. Seguir el tour por el resto de locales era impensable, lucharían como animales en celo hasta que alguna se llevase el trofeo.
Pasaban de las doce y Alexandra entre temerosa y asqueada por aquella camada de hembras hambrientas fue a pedirse un vodka a la barra. Su plan era perder poco a poco la conciencia desde ese mismo momento, hasta conseguir olvidarse de quien la esperaba en la mesa de al lado.
Mientras la camarera la servía y Andres seguía siendo atacado por las arpías, observó al fondo de la barra a un chico garabateando en la servilleta, acompañado por un gin tonic y un paquete de chesterfield.
-¡Hola!Si no me permites que te robe un cigarro creo que no seré capaz de acabar la noche con la misma cordura con la que la comenzé.
- Coge.¿Un mal día?
- No, inadecuada compañía.

El bar comenzó a parecer más acogedor.Las agujas del reloj decicieron hacer su ultimo sprint.
Solo habían pasado tres vodkas y cuatro gintonics y las arpías decidieron marcharse a un lugar más animado, en el que pudiesen ver las últimas tendencias en moda mientras recorren la discoteca en lo que por las redes sociales ya se denomina la "hacer la Putivuelta".
-¿Te quedas o te vienes?
- No me encuentro demasiado bien, me voy a tomar esta copa y me voy para casa.

Evidentemente estaba mintiendo.
Aunque Borja, que asi se llamaba el rarito de las caricaturas, había decidido que en vez de mentira, había contado una media verdad.
Tres minutos de silencio y dos pitillos robados después arrancó otra servilleta en la que escribió:
"Quédate a dormir, es todo lo que quiero..."
Alexandra esbozó una sonrisa y aunque no le pareció muy original el copia y pega de la letra de Mclan, le arrebató el boli y anotó:
¿No me parece mal plan pero es todo lo que me prometes?

No hubo más notas, no hubo más copas.
La mano del extraño carente de compañía dibujaba su cuerpo, la lengua pincelaba su boca y ella soltaba lastres del pasado con cada magreo.
Acabaron en uno de esos pisos de estudiantes de dudosa higiene y cama de noventa.
No sabía si producto del vodka o realmente el chico hacía bien algo más que dibujar.
A las mañana siguiente decidió usurparle un cuaderno y terminar la cosa como había comenzado. Escribió la última nota:
Gracias por el cigarro. Gracias por la compañía.
Gracias por ser distinto.

Y así,decidió salir sigilosamente de la habitación, buscando la puerta de entrada con el temor de que apareciese algún compañero de piso desconocido y con ganas de conversación.
LLego a casa satisfecha y resacosa, pero sobre todo satisfecha;sin numero de teléfono al que recurrir y cagarla, sin problemas, sin tira y afloja, sin complicaciones y con condón.
Al fin y al cabo, tan mal no está el mercado.

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